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thisisnotanartcritiqueblog · 2 years

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Quemar el miedo | Moena-Motto

Comienzo esta conversación con alegría, al pensar en la posibilidad de desarticular el gran mito del miedo, y sus implicaciones en el ejercicio de control sobre nuestras cuerpas, y sobre nuestra vida cotidiana. Mi aproximación al miedo parte de una política de la sensibilidad, es decir, en contra del ordenamiento categórico que le damos a nuestras percepciones sensibles, materiales y espaciales. Pensando que nuestras disposiciones en el espacio y las relaciones sensoriales que establecemos con este, nunca son ingenuas.

Tomando como referencia la frase de "Quemar el Miedo" del colectivo LasTesis; Carla Motto y Milena Moena viajan a Ciudad de México desde Santiago de Chile, para continuar con su investigación desde otras latitudes latinoamericanas. La intervención de Quemar el Miedo que presentan en Patio Trasero y como parte de su residencia con ERROR-Proyecto, explora la importancia de ocupar el espacio público desde la potencia política, poética y abrasiva de la performance.

A través de una acción que navega entre lo público y privado, Moena-Motto desmitifican el ronroneo vibrante que el miedo puede provocar a diferentes escalas e intensidades; que van desde la cuerpa individual a la cuerpa colectivizada, desde la cuerpa privada, a la cuerpa pública.

Moena-Motto intervienen el balcón, la ventana y la fachada de Patio Trasero, como lugares de enunciación y memoria feminista, en donde la resiliencia proveniente del miedo, no sólo es sobre una posición de aguante y de adaptación, sino que su potencia vitalista recae también en la sensibilidad corporal. La intervención, al desarticular la escala de lo sensible y su materialidad simbólica y física, hace del miedo una cuestión política acerca del desmantelamiento de una sensación limitante y panfletaria.

Compartimos a modo de entrevista escrita, algunas reflexiones que surgieron en el proceso y finalización de esta intervención.

Valeria Montoya

Patio Trasero

Valeria Montoya: Me parece que el miedo, como sensación corporal, contiene un poder represivo, contagiable e invisible que tiende a ejercer un control permanente en nuestros agenciamientos cotidianos. Por qué resulta relevante insistir en la performance como un medio para poder deconstruir el miedo como ideología y como herramienta de control en el espacio público y privado.

Moena-Motto: Para nosotras poner la cuerpa, tanto en la calle como en diferentes espacios simbólicos, es parte de nuestro activismo. Pensamos cada desplazamiento corporal más que desde la performance, desde la intervención activa o acción como estado de fricción; de lo cotidiano, de lo normalizado, de lo establecido por otres sobre nuestras vidas en lo público y privado. Nos interesa sobre todo movilizar el miedo, mirar cuales son esos lugares que compartimos como mujeres y/o disidencias latinoamericanas, pero también cuáles son esos puntos de diferenciación que se trazan desde las memorias y vivencias o desde lo geopolítico a lo profundamente personal, más no individual.

Para QUEMAR EL MIEDO extendemos la invitación con el fin de acompañarnos a través de un rito que desde el dolor, la rabia, la impotencia y sobre todo los miedos, nos entrelaza en un mismo gesto, en una sola sonoridad, una una cuerpa colectivizada para no olvidar que caminamos con muchas más. Prendemos el fuego y movilizamos esos miedos arraigados en nuestros territorios, en nuestra historias y en nuestras corporalidades. En este sentido es que se nos hace necesario convocar a través de artivismos que implican el accionar del cuerpo y su potencialidad de modificar/modificarse en un flujo continuo y constante desde la performatividad colectiva.

VM: En Ciudad de México, el lenguaje se despliega al espacio público a través de imagen-texto. En la pieza presentada en Patio, cuál es la potencia del espacio liminal, de un lugar que navega entre lo público y lo privado.

Moena-Motto: Partimos el proyecto pensando en cómo el texto se transforma en imagen y la imagen se convierte en texto. Exploramos la potencia de la palabra, del código en sí mismo anclado a corpus ritual, en donde la frase se traslada a la tridimensionalidad de la vela, pues es este volumen el que permite convocar/nos en el gesto colectivo de QUEMAR EL MIEDO, de recordar, invocar, conmemorar. Las letras que conforman la consigna provienen de la tipografía utilizada en los años 80 en las gráficas sociopolíticas del Comité de Defensa de los Derechos de la Mujer, CODEM en Chile.

Para la propuesta en Patio Trasero, se entrelazaron dos ideas. Por una lado, nuestra necesidad de lo efímero como condición intrínseca al proyecto, y por otro lado, la invitación de Valeria Montoyo a pensar en el gesto de la permanencia dentro de la acción. Con esto en mente, comenzamos a observar el entorno, y así aparece en diálogo inmediato al balcón de Patio Trasero, la utilización de gráfica publicitaria de locales comerciales, transporte público, promoción de productos, etc. Recogemos este potencia visual, y decidimos que EL MIEDO fuera el reflejo de este sentir latente convirtiéndolo en un cartel lumínico de neón rojo, en contraposición a QUEMAR, que desde la performatividad se traslada a un tiempo/espacio específico. El fuego cobra protagonismo quemando el QUEMAR hasta desaparecer.

De esta forma es como activamos la aparente línea fronteriza entre lo público y lo privado, al develar esas vivencias, experiencias y temores que acontecen y permanecen en el espacio íntimo, pero que sin embargo se exponen, emancipando la cotidianidad al poner frente a la mirada del otre aquello que hasta ese momento parecía infranqueable. La fragilidad del espacio doméstico comienza a ser parte de todes aquelles que se atreven a ver más allá de sí mismes. Para ello, fue clave que el balcón mire directamente hacia un paradero de autobús, en donde la circulación, multiplicación de miradas y el tiempo de espera hace casi imposible mover la cara o dejar de sentirse interpelade por aquello que habita de una u otra manera en cada une de nosotres, EL MIEDO.

La intervención en Patio Trasero, nos invita a escudriñar justamente en ese umbral que acoge la liminalidad, considerando su potencial desactivador de estructuras binarias a partir de manifestaciones artísticas y políticas que se vuelve indistinguible entre activismos políticos que usan estrategías estéticas o manifestaciones artísticas que se involucran con operaciones en el plano político, como propone la investigadora Ileana Diéguez. En este sentido habitamos constantemente ese espacio umbrálico, estableciendo despliegues de la intimidad que inevitablemente compartimos e interpelamos sociopoliticamente en colectividad.

Valeria Montoya: La acción que presentan, en diferentes locaciones de la ciudad de México y sus alrededores, atraviesa la dimensión corpo-política de la palabra miedo. De qué manera, la palabra, la acción y el espacio público les permite pensar en el arte como una práctica contra-hegemónica, en tanto movimientos, resistencias y luchas contra la precariedad y contra la exclusión social?

Moena-Motto: Vivimos tiempos en donde parte de la lucha es resistir, pero esa resistencia es múltiple y siempre en movimiento. Venimos de un contexto sociopolítico que nos marca desde la Dictadura Cívico-Militar hasta el Estallido Social o Revuelta Popular Chilena, por lo que hemos vivido como sociedad diferentes formas de habitar el miedo.

El miedo en primera instancia te paraliza, pero a su vez moviliza, hace pensar nuevas formas de articular, nuevas maneras de enfrentar la vulnerabilidad. Nos permite rearticular los modos de cómo decir y mostrar las desigualdades, las opresiones y las injusticias que están ocurriendo en nuestros territorios. Es por eso que salir a las calles a accionar y poner el/la cuerpa horizontaliza nuestros afectos. Cualquier ser podría ser afectado, maltratado, violentado por los poderes del estado. Las personas se unifican y en la unidad ocurre la magia.

El arte es el medio a través del cual vamos escribiendo la historia de los territorios, a través de él se va democratizando la información, movilizando, amplificando. Genera cambios desde la visualidad, pero también desde los gestos callejeros que nos hacen reconocer/reconocernos en un lugar común, lo común que nos transforma día a día.

En México activamos desde la memoria, desde el dolor, desde la transversalidad de los miedos y sus posibilidades de agenciar diferentes formas de lucha y resistencia. Tuvimos la fortuna de acompañar y ser acompañadas por poderosas personas que se identificaron de diferentes maneras con la invitación a QUEMAR EL MIEDO. Mediante un rito unificador, Las Madres y Familiares de Las o Los desaparecidos, Las Mujeres que Luchan, Las Antimonumentas, Restauradoras con Glitter y diferentes organizaciones activaron en Avenida Reforma, para luego comenzar una serie de intervenciones en diferentes zonas, tanto de la Ciudad como del Estado de México. Cuauhtémoc, Tlatelolco, Popotla y Nezahualcóyotl.

En la dimensión performativa de la manifestación artística se levanta la lucha contra-hegemónica, transformando el espacio público en el escenario movilizador de vínculos, artivismos y reflexiones urgentes que nos atraviesan como sociedad latinoamericana, considerando todo lo que ello implica en las diferentes territorialidades.

Valeria Montoya: En términos de control y poder entre cuerpos y espacios, durante su trabajo, no solo en México, ¿han generado alguna especie de herramientas para resistir el miedo? ¿es importante resistirlo o más valioso erradicarlo?

Moena-Motto: Desde tiempo inmemoriales hasta hoy, el miedo ha sido una de las formas de control más utilizadas por los sistemas opresores para someter nuestrxs cuerpxs. Principalmente a través de la religión y la cultura hemos cultivado miedos aparentemente inocentes, como el temor a la oscuridad u otros más profundos y transversales como el miedo a la muerte, formando parte de la pugna histórica entre el resistir y el erradicar.

Para nosotras trabajar con el miedo como consigna de lucha, no implica polarizar su sentido o la experiencia que cada quien tenga con él. Para nosotras QUEMAR EL MIEDO no implica hacerlo desaparecer, no implica ni resistir ni erradicar, lo que más bien nos interpela es la potencialidad de deshabitar el miedo que alguna vez fue habitado. Desarticular y expulsar para transformar el o los miedos que acompañan los caminares de cada une de nosotres, empujar en alguna dirección esas experiencias personales o colectivas que enraizan el afecto.

No le podemos pedir a la madre que busca a su hija que deje de tener miedo a que la meten en el intento de encontrarla o no podemos pedirle a una niña de siete años que deje de tener miedo a ser secuestrada o no podemos decirle a una mujer que fue ultrajada que deje de temerle a la vida. Sin embargo, si podemos movilizar, abrir un umbral, desplazar la valla que le da fuerza a la lucha de existir, de resistir. Creemos que activar colectiva y comunitariamente es el primer paso y la herramienta más poderosa para hacerlo.

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