Tumgik
#Celest quetzal
indoraptorgirlwind · 6 months
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((Friendly reminder i'm doing a taglist in every thing i make of Kit like fanart, incorrect quotes, backstory updates, etc for if anyone could be interested.))
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thatweirdocryptid · 14 days
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Everyone welcome... Wolfie :3
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Lore time :3
Wolfie was created not by fazbear entertainment, but another rival company, called Celestial Entertainment™, and by their name, most of the animatronics are space themed and based off less known planets, and stars, CE would take great care of all of their animatronics equally unlike Fazbear Entertainment.
Now onto Wolfie!
Wolfie is a daycare attendant at Celest's mega plex (As you can see, CE copied some of Fazbear's shit) and the daycare is way more likely to pass a safety check than fazbear's and they actually have a naptime room/area.
Wolfie was based off of the planet that was orginally going to be named Wolftopia
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This one ↑
And Wolfie is a kindhearted lil animatronic, who is just the sweetest, and talks to many of the employees that were feeling down or sad, and enjoys listening to music that have a space-feel if you get what I mean.
Wolfie can change their voice to the voice they want, so they can sound angelic first but then have a deep freaking voice.
And CE decided to make Wolfie have a sorta prosthetic leg to make feel kids that have missing limbs or deformities feel better about themselves, and tell them that they are quite special in their own way!
and when it's after hours, Wolfie enjoys talking to the others! asking about their day n such.
And the theme they are supposed to have is a sorta fantasy sci-fi space thing? Idk XD
But of course, Wolfie being a daycare attendant, they had to lean on the more softer side, their sweater and soft pants having lots of stuffing and/or foam(that really squishy foam I can't remember the name of.) and under all of that is a slgihtly skinny body!
That's all for now! And-
Pssttt @quetzal-pretzel
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callmeanxietygirl · 25 days
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EL BOSQUE MAS MAGICO DEL MUNDO SEGUN LA BBC
El bosque de la reserva de la biosfera El Triunfo, en Chiapas ubicada en las montañas de la Sierra Madre de Chiapas, al sur del estado
Alberga aún algunas de las especies más exóticas de toda Latinoamérica, entre ellas el quetzal, tapir, puma, mono añaraña, pavón cornudo y la tángara celeste. Su extensión abarca hasta 119,177 hectáreas. En los bosques nubosos o bosques de niebla la condensación de agua es muy alta y por ello la vida es tan abundante.
La conjunción de las zonas biogeográficas neoártica y neotropical hacen que sus especies sean de lo más extrañas. Es uno de los bosques más raros de encontrar. Sobra decir que Chiapas, familiarizado íntimamente con la neblina, es asimismo uno de los lugares más mágicos del planeta, y que México tiene el honor, y la proporcional obligación, de proteger los tesoros naturales de este estado.
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antvnger · 11 months
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"Whoaaa! That roar was so cool, big guy!" Kit then speaks like a narrator "behold....
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"The astonishing Giant-man! And the celest quetzal on his shoulder even tho she isn't wearing her bird suit right now"
*chuckles* You're something else, Kit. You make me smile.
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koidesuga · 3 years
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Sonidos del Quetzal (2021) Celeste Díaz 
Canon T5 Rebel F 1.4 1/800 50 mm
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love-sick-bug · 4 years
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•Amado Nervo•
•Cuentos misteriosos•
-Cuento de Navidad dedicado a mi sobrina María de los Ángeles-
✨EL ÁNGEL CAÍDO✨
Érase un ángel que, por retozar más de la cuenta sobre una nube crepuscular teñida de violetas, perdió pie y cayó lastimosamente a la tierra.
Su mala suerte quiso que, en vez de dar sobre el fresco césped, diese contra bronca piedra, de modo y manera que el cuitado se estropeó un ala, el ala derecha, por más señas.
Allí quedó despatarrado, sangrando, y aunque daba voces de socorro, como no es usual que en la tierra se comprenda el idioma de los ángeles, nadie acudía en su auxilio.
En esto acertó a pasar no lejos un niño que volvía de la escuela, y aquí empezó la buena suerte del caído, porque como lo niños sí suelen comprender la lengua angélica (en el siglo XX mucho menos, pero en fin), el chico allegóse al mísero y sorprendido primero y compadecido después, tendióle la mano y le ayudó a levantarse.
Los ángeles no pesan, y la leve fuerza del niño bastó y sobró para que aquél se pusiese en pie.
Su salvador ofrecióle el brazo y vióse entonces el más raro espectáculo: un niño conduciendo a un ángel por los senderos de este mundo.
Cojeaba el ángel lastimosamente, ¡es claro! Acontecíale lo que acontece a los que nunca andan descalzos: el menor guijarro le pinchaba de un modo atroz. Su aspecto era lamentable. Con el ala rota, dolorosamente plegada, manchado de sangre y lodo el plumaje resplandeciente, el ángel estaba para dar compasión.
Cada paso le arrancaba un grito; los maravillosos pies de nieve empezaban a sangrar también.
—No puedo más —dijo al niño.
Y, este, que tenía su miaja de sentido práctico, respondióle: 
 —A ti (porque desde un principio se tutearon), a ti lo que te falta es un par de zapatos. Vamos a casa, diré a mamá que te los compre.
—¿Y qué es eso de zapatos? —preguntó el ángel.
—Pues mira —contestó el niño mostrándole los suyos—: algo que yo rompo mucho y que me cuesta buenos regaños.
—¿Y yo he de ponerme eso tan feo...?
—Claro..., ¡o no andas! Vamos a casa. Allí mamá te frotará con árnica y te dará calzado.
—Pero si ya no me es posible andar... ¡cárgame!
—¿Podré contigo?
—¡Ya lo creo!
Y el niño alzó en vilo a su compañero sentándolo en su hombro, como lo hubiera hecho un diminuto San Cristóbal.
—¡Gracias! —suspiró el herido—; qué bien estoy así... ¿Verdad que no peso?
—¡Es que yo tengo fuerzas! —respondió el niño con cierto orgullo y no queriendo confesar que su celeste fardo era más ligero que uno de plumas.
En esto se acercaban al lugar, y os aseguro que no era menos peregrino ahora que antes el espectáculo de un niño que llevaba en brazos a un ángel, al revés de lo que nos muestran las estampas.
Cuando llegaron a la casa, sólo unos cuantos chicuelos curiosos le seguían. Los hombres, muy ocupados en sus negocios, las mujeres que comadreaban en las plazuelas y al borde de las fuentes, no se habían percatado de que pasaban un niño y un ángel. Sólo un poeta que divagaba por aquellos contornos, asombrado clavó en ellos los ojos y sonriendo beatamente los siguió durante buen espacio de tiempo con la mirada... Después se alejó pensativo...
Grande fue la piedad de la madre del niño, cuando éste le mostró a su alirroto compañero.
—¡Pobrecillo! —exclamó la buena señora—; le dolerá mucho el ala, ¿eh?
El ángel, al sentir que le hurgaban la herida, dejó oír un lamento armonioso. Como nunca había conocido el dolor, era más sensible a él que los mortales, forjados para la pena.
Pronto la caritativa dama le vendó el ala, a decir verdad, con trabajo, porque era tan grande que no bastaban los trapos; y más aliviado y lejos ya de las piedras del camino, el ángel pudo ponerse en pie y enderezar su esbelta estatura.
Era maravilloso de belleza. Su piel translúcida parecía iluminada por suave luz interior y sus ojos, de un hondo azul de incomparable diafanidad, miraban de manera que cada mirada producía un éxtasis.
* * *
 —Los zapatos, mamá, eso es lo que le hace falta. Mientras no tenga zapatos, ni María ni yo (María era su hermana) podremos jugar con él —dijo el niño.
Y eso era lo que le interesaba sobre todo: jugar con el ángel.
A María, que acaba de llegar también de la escuela, y que no se hartaba de contemplar al visitante, lo que le interesaban más eran las plumas; aquellas plumas gigantescas, nunca vistas, de ave del Paraíso, de quetzal heráldico..., de quimera, que cubrían las alas del ángel. Tanto, que no pudo contenerse, y acercándose al celeste herido, sinuosa y zalamera, cuchicheóle estas palabras: 
 —Di, ¿te dolería que te arrancase yo una pluma? La deseo para mi sombrero...
—Niña —exclamó la madre, indignada, aunque no comprendía del todo aquel lenguaje.
Pero el ángel, con la más bella de sus sonrisas, le respondió extendiendo el ala sana:
—¿Cuál te gusta?
—Ésta tornasolada...
—¡Pues tómala!
Y se la arrancó resuelto, con movimiento lleno de gracia, extendiéndola a su nueva amiga, quien se puso a contemplarla embelesada.
No hubo manera de que ningún calzado le viniese al ángel. Tenía el pie muy chico, y alargado en una forma deliciosamente aristocrática, incapaz de adaptarse a las botas americanas (únicas que había en el pueblo), las cuales le hacían un daño tremendo, de suerte que claudicaba peor que descalzo.
La niña fue quien sugirió, al fin, la buena idea:
—Que le traigan —dijo— unas sandalias. Yo he visto a San Rafael con ellas, en las estampas en que lo pintan de viaje, con el joven Tobías, y no parecen molestarle en lo más mínimo.
El ángel dijo que, en efecto, algunos de sus compañeros las usaban para viajar por la tierra; pero que eran de un material finísimo, más rico que el oro, y estaban cuajadas de piedras preciosas. San Crispín, el bueno de San Crispín, fabricábalas.
—Pues aquí —observó la niña— tendrás que contentarte con unas menos lujosas, y déjate de santos si las encuentras.
* * *
 Por fin, el ángel, calzado con sus sandalias y bastante restablecido de su mal, pudo ir y venir por toda la casa.
Era adorable escena verle jugar con los niños. Parecía un gran pájaro azul, con algo de mujer y mucho de paloma, y hasta en lo zurdo de su andar había gracia y señorío.
Podía ya mover el ala enferma, y abría y cerraba las dos con movimientos suaves y con un gran rumor de seda abanicando a sus amigos.
Cantaba de un modo admirable, y refería a sus dos oyentes historias más bellas que todas las inventadas por los hijos de los hombres.
No se enfadaba jamás. Sonreía casi siempre, y de cuando en cuando se ponía triste.
Y su faz, que era muy bella cuando sonreía, era incomparablemente más bella cuando se ponía pensativa y melancólica, porque adquiría una expresión nueva que jamás tuvieron los rostros de los ángeles y que tuvo siempre la faz del Nazareno, a quien, según la tradición, nunca se le vio reír y sí se le vio muchas veces llorar».
Esta expresión de tristeza augusta, fue, quizá, lo único que se llevó el ángel de su paso por la tierra...
* * *
 ¿Cuántos días transcurrieron así? Los niños no hubieran podido contarlos; la sociedad con los ángeles, la familiaridad con el Ensueño, tienen el don de elevarnos a planos superiores, donde nos sustraemos a las leyes del tiempo.
El ángel, enteramente bueno ya, podía volar, y en sus juegos maravillaba a los niños, lanzándose al espacio con una majestad suprema; cortaba para ellos la fruta de los más altos árboles, y, a veces, los cogía a los dos en sus brazos y volaba de esta suerte.
Tales vuelos, que constituían el deleite mayor para los chicos, alarmaban profundamente a la madre.
—No vayáis a dejarlos caer por inadvertencia, señor Ángel —gritábale la buena mujer—. Os confieso que no me gustan juegos tan peligrosos...
Pero el ángel reía y reían los niños, y la madre acababa por reír también, al ver la agilidad y la fuerza con que aquél los cogía en sus brazos, y la dulzura infinita con que los depositaba sobre el césped del jardín... ¡Se hubiera dicho que hacía su aprendizaje de Ángel Custodio!
—Sois muy fuerte, señor Ángel —decía la madre, llena de pasmo.
Y el ángel, con cierta inocente suficiencia infantil, respondía:
—Tan fuerte, que podría zafar de su órbita a una estrella.
* * *
 Una tarde, los niños encontraron al ángel sentado en un poyo de piedra, cerca del muro del huerto, en actitud de tristeza más honda que cuando estaba enfermo.
—¿Qué tienes? —le preguntaron al unísono.
—Tengo —respondió— que ya estoy bueno; que no hay ya pretexto para que permanezca con vosotros...; ¡que me llaman de allá arriba, y que es fuerza que me vaya!
—¿Qué te vayas? ¡Eso nunca! —replicó la niña.
—¿Y qué he de hacer si me llaman?...
—Pues no ir...
—¡Imposible!
Hubo una larga pausa llena de angustia.
Los niños y el ángel lloraban.
De pronto, la chica, más fértil en expedientes, como mujer, dijo:
—Hay un medio de que no nos separemos...
—¿Cuál? —preguntó el ángel, ansioso.
—Que nos lleves contigo.
—¡Muy bien! —afirmó el niño palmoteando.
Y con divino aturdimiento, los tres pusiéronse a bailar como unos locos.
Pasados, empero, estos transportes, la niña quedóse pensativa, y murmuró:
—Pero, ¿y nuestra madre?
—¡Eso es! —corroboró el ángel—; ¿y vuestra madre?
—Nuestra madre —sugirió el niño— no sabrá nada... Nos iremos sin decírselo... y cuando esté triste, vendremos a consolarla.
—Mejor sería llevarla con nosotros —dijo la niña.
—¡Me parece bien! —afirmó el ángel—. Yo volveré por ella. 
 —¡Magnífico! 
 —¿Estáis, pues, resueltos?
 —Resueltos estamos.
Caía la tarde fantásticamente, entre niágaras de oro.
El ángel cogió a los niños en sus brazos, y de un solo ímpetu se lanzó con ellos al azul luminoso.
La madre en esto llegaba al jardín, y toda trémula violes alejarse.
El ángel, a pesar de la distancia, parecía crecer. Era tan diáfano, que a través de sus alas se veía el sol.
La madre, ante el milagroso espectáculo, no pudo ni gritar. Quedóse alelada, viendo volar hacia las llamas del ocaso aquel grupo indecible, y cuando, más tarde, el ángel volvió al jardín por ella, la buena mujer estaba aún en éxtasis.
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josueysha · 3 years
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Una mañana en el Cerrito del Carmen
Sonrisas, alegrías, y el viento que mueve las copas de los árboles, son parte de los sonidos que engalanan el parque El Cerrito, ubicado en la zona 1 de la ciudad de Guatemala. Este lugar era visitado por las familias durante los domingos; era el lugar ideal para que los niños descubrieran nuevos mundos y aventuras.
No todo es senderos, árboles y visitantes, también hay puestos de comida, como el de las granizadas MarioBros.  El encargado viste elegantemente con un combatin, chaleco y pantalón de vestir, demasiado formal pero entusiasta con sus clientes; sus productos son gourmet -según la publicidad de su puesto-. Los clientes pueden solicitar granizadas dulces o saladas, pero existe una hawaiana que es una exquisitez; acompañada de piña, leche condensada, pepita, consome, jarabe de piña, y limón, hacen de este postre una combinación de sabores exquisitos.  Las saladas son de limón, pepita, sal, consome y puedes agregarle manías o nachos. Es frecuente encontrar a parejas que descansan sobre el pasto y comparten momentos románticos que sellan con un beso. También hay romanticismo de antaño en los abuelitos que se encuentran en las bancas, tomados de la mano y recordando anécdotas de la juventud y de cuando visitaban este bello parque. 
Los niños son los que le dan vida y color a cada uno de los rincones de este lugar, ellos corren de arriba hacia abajo, ellos se lanzan hacia los columpios para apartarlos y así poder balancearse de un lado hacia el otro; también hay resbaladeros en los que los padres sujetan a los pequeños que se deslizan desde lo alto, que los pequeños sonríen al terminar el recorrido.
"Qué va a llevar, qué va a querer, hay chuchitos, atolito de elote, arroz en leche, vaya pregunte... ", anuncia una señora que tiene su puesto de comida. 
Las campanas de la iglesia suenan y anuncia la misa del día, se logra ver que algunas personas corren para llegar a tiempo al templo que se ubica en la cima de esta montaña. 
Algo que no podía faltar es el señor del puesto de algodones de azúcar, quie está cabeceando, seguramente está cansado o se relajó demasiado en su puesto. Desde lejos se logra ver como cuelgan las bolsas de algodones color rosa, celeste y morado, esta delicia puede adquirirse por solamente tres quetzales, aunque hay algunas personas que regatean el precio..
Cuando las puertas del parque cierran que dan ahí muchos recuerdos en este lugar, en estos senderos, así es como un lugar que era visitado por nuestros abuelos y padres se convirtió en un lugar de olvido, pero que sigue manteniendo su escensia, así es un día En el Cerrito del Carmen.
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transnames · 6 years
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Some neutral names of three or more syllables
(One-syllable names) (Two-syllable names)
There are not many of these for some letters, but hopefully this helps someone!
A: Abijah, Acacia, Achava, Addison, Adilet, Adina, Adonis, Adrian, Adriel, Adrienne, Agrippa, Aindrea, Akira, Akiva, Alary, Alaska, Albany, Alchemy, Alcyon, Alethea, Alexie, Alexis, Allegro, Allison, Alyssum, Amaryllis, Amberly, Ambriel, Amethyst, Amiel, Andery, Anemone, Anima, Aquila, Ariel, Arrian, Ashanti, Atherton, Augustine, Aureole, Autumnus, Averill, Avery, Azalea, Azriel
B: Bannister, Bellamy, Beowulf, Berkeley, Beverly, Blakeley, Blakeney, Bryony, Burgundy
C: Cadenza, Caelan, Caledon, Calgary, Calico, Callahan, Calypso, Camberon, Cameron, Carrigan, Carrington, Cassidy, Celandine, Celeste, Celestine, Cerulean, Chicago, Clarity, Clemency, Columba, Connelly, Cordovan, Coriander, Cotterill, Cyprian
D: Daedalus, Dakota, Damien, Daniele, Darian, Davignon, Davison, December, Delancey, Delaney, Desirus, Destiny, Diara, Dillian, Dominique, Donovan, Dorien
E: Ebony, Eirian, Ellery, Elliot, Ellison, Emerald, Emerson, Emery, Emory, Epiphany, Errigal, Estienne, Eugenie, Evelyn, Everly
F: Fabian, Falconer, February, Felicity, Finnegan, Flannan, Flannery, Florence, Florian, Forester
G: Gabriele, Galaxy, Garuda, Genesis, Glaucia, Glazier, Gryphon, Guadalupe, Gwendelyn
H: Halcyon, Harlequin, Harmony, Hennelley, Hyacinth
I: Imagine, Imani, Indigo, Infinity, Iona, Ione, Ivory
J: Jameson, January, Jocelyn, Judea, Jupiter
K: Kalani, Kamala, Kameron, Karrington, Kassidy, Kerrigan, Kearney, Kennedy, Kentucky, Kieran, Killian
L: Lavender, Leonce, Lexington, Liberty, Linnaea, Liridon, Lively, Loreto, Lucrece, Lyrical
M: Macaulay, Mackenzie, Madigan, Madison, Magenta, Magical, Magnolia, Mallory, Marigold, Marion, Marsalis, Maverick, Mckayla, Mckenna, Mercury, Meredith, Meridian, Micaiah, Miracle, Modestus, Montana, Moriah, Morrigan, Morrison
N: Nalani, Nebula, Nicola, Nikita, Ninian, Nirvana, Normandy, November
O: Obelisk, Oberon, Ocelot, October, Oliver, Oracle, Oriel, Oriole, Orion, Overton
P: Pemberley, Peregrine, Placidus, Piperel
Q: Quetzalli, Quillian, Quinnelan, Quintessence
R: Rafferty, Rashida, Ravenna, Remedy, Reverie, Rhapsody, Romilda, Romilly, Rosario, Rousseau
S: Sabriel, Santana, Sashenka, Saturday, Savannah, Scorpion, Serenity, September, Seraphim, Sequoia, Shanahan, Sheridan, Shyama, Sienna, Sigourney, Sojourner, Sutherland, Symphony
T: Tabassum, Tamary, Taregan, Temperance, Terrian, Tierney, Titian, Trinidad, Trinity
U: Ulysses, Uttara
V: Valentine, Valerie, Valiant, Verity, Vermilion, Victory, Vienna, Vijaya, Viridian, Vivian, Vivien
W: Waverly, Wendolin
X: Xanadu, Xenophon
Y: Yvian
Z: Zacharee, Zeppelin, Zorion, Zuriel
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indoraptorgirlwind · 5 months
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*Kit dating with Ruben* Scott: *wipes a tear* They grow up so fast... Peter: But she's not even your daughter, right? Scott: Well no, but i've raised her like one! Peter: Actually Mr. Lang, you've met her only by a year and some months Scott: ...
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@ruben-the-spider-oc, @antvnger, @spideymn
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karenhikari · 6 years
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Ofertas y nuevas oportunidades-6. 77 Xiuhmolpillis (Semana Solangelo 2017).
¡Muy bien, empecemos! Sé que estoy haciendo esto tarde otra vez porque... soy Karen, pero tengo unos treinta minutos para hacerlo a tiempo, así que está bien.
Juro que acabo de terminar de editar esta historia. Me costó muchísimo trabajo escribirla, requirió de mu-chí-si-ma investigación y es la más larga de la Semana Solangelo, así que espero que al menos eso haga que valga la pena.
Ahora, las notas. Primero que nada... quiero felicitar a HaruhiMizuhi porque acertó con el panteón mitológico que escogí para este día. En efecto, voy a usar a los dioses aztecas, porque no soy mexicana para nada.
Creo que fue obvio, pero es que, si no puedo usar ni dioses nórdicos, ni egipcios ni greco-latinos... el siguiente panteón del que tengo un conocimiento básico es el azteca. Además, Pedro Larez es un ilustrador sorprendente y me encanta su trabajo, así que.. quise poner mi granito de arena.
Sin embargo, no podía tener dioses con nombres como "Chicomecóatl" y "Xolotu" y a personajes con nombres en plan "William" y "Perseus". No, ante todo hay que apegarse a la realidad, y como "Si a Roma fueres, haz lo que viere"... les cambié los nombres a los personajes. Por favor no me crucifiquen, que me costó varias horas de trabajo y de investigación. Mis criterios fueron estos: primero, que empezara con la letra del nombre original oque, si no se podía eso (como con Will, por ejemplo, porque ni el náhuatl ni el español, en realidad, utilizan la "w"), se conservara la fonética del nombre original. Segundo, el significado. Créanme que investigué esto, de verdad. Tercero, traté de que todos los nombres fueran aztecas, pero al final me di por vencida. Hubo personajes (como Frank, Leo y Jason) a los que sencillamente no le spude encontrar un equivalente y tuve que eliminarlos, por lo que llegué a un punto en el que era o perder a más personajes o aceptar un poco de versatilidad.
Al final de cuentas, el mismo Quetzalcóatl no es del todo maya, así que no creo que sea tan importante.
Así que... les recomiendo sacarle una captura de pantalla a esto por si necesitan referencias después o algo.
Nico: pasó a ser Noxochicoztli, que significa "collar de flores". El nombre es azteca. Will: se convirtió en Huitzillin, cuyo origen es azteca también y significa "colibrí". Reyna: Raymi. El origen de su nombre es mapuche, significa "fiesta, celebración". Cecil: Ceyaotl, de origen azteca, significa "guerrero". Percy: Painalli, que también viene del náhuatl y significa "mensajero". Annabeth: Anáhuac, es azteca igual. "Ribera u orilla del agua". Hazel: Hasen, significa "alma" y es mazateco. Piper: Paine, viene del mapuche y es "celeste". Thalia: Taujari, es huichol y significa "nuestro corazón". Beckendorf: no podía encontrar nada con la "b", así que utilicé la "c" de Charles y lo convertí en Chimalma, que significa "nuestro escudo" y es de origen azteca. Clarisse: la convertí en Cipactzin, cuyo significado es "caimancito", azteca igual. Chris: se volvió Chimalcóatl, "escudo de serpientes", que es azteca también. Lamento que resulten tan similares los nombres, no ayuda que haya tantas "c". Connor: Coatzin, "pequeña serpiente", del náhuatl. Travis: Tlacaeles, "el que levanta el ánimo, persona diligente", del azteca. Clovis: Citlatonac, "estrella resplandeciente". También viene del azteca. Michael: Miztli, "puma". Es azteca.
Muy bien, ahora que tienen esta valiosa información... ¡a leer!
Sábado-Mitologías cruzadas
77 Xiuhmolpillis*
Cuando comenzaron a ocurrir cosas extrañas en Tenochtitlán, nadie les tomó mucha importancia. Su ciudad estaba construida sobre un lago, después de todo, y los terremotos eran algo común. Por supuesto, tampoco ayudaba que los dioses a los que veneraban fueran tan… volátiles.
No, Tenochtitlán era muchas cosas, pero aburrida no era una de ellas. Lo tenía todo, desde inmensas extensiones de maíz, lluvias frecuentes, paisajes exuberantes y hasta dioses enemistados. Sin duda alguna, su ciudad lo tenía todo.
Durante un par de semanas, nadie se preocupó demasiado, pues desde que Chalchihuitlicue, la de las faldas de esmeralda, había tomado su lugar en el cielo como la diosa del sol, todo parecía estar marchando bien. Ella era, sin duda alguna, la mejor deidad solar que habían tenido.
Sin embargo, los sismos y las tormentas continuaron, cada vez con mayor intensidad, y ni siquiera las resistentes casas de tezontle y basalto consiguieron permanecer de pie.
Finalmente, la gota que colmó el vaso llegó cuando el chamán de la ciudad, Huitzillin, tuvo un sueño terrible. De acuerdo a él, había visto al poderoso Tezcatlipoca, erguido sobre la aldea, sus ojos encendidos con furia mientras Chalchihuitlicue sollozaba a sus espaldas. Sobre ellos, el cielo se había oscurecido hasta volverse un manto azabache en donde ni siqueira podían distinguirse estrellas.
De acuerdo a Huitzillin, eso sólo podía significar una cosa: Tezcatlipoca, no contento tras haber perdido su lugar como deidad del sol, estaba decidido a recuperarlo. Tezcatlipoca era un dios vengativo, todos sabían eso, así que quizás no había razón para que se sorprendieran al descubrir que durante los últimos 77 xiuhmolpillis el sanguinario dios de la guerra había estado buscando una manera de regresar al poder.
Las lluvias continuaron, torrenciales, destructoras, de tal suerte que la ciudad construida sobre un lago comenzó a inundarse. Habían estado sacrificando guerreros fuertes de manera diaria, pero eso no parecía haber resultado suficiente para calmar la sed de sangre del terrible Tezcatlipoca.
Las primeras muertes se sucedieron un mes después del comienzo de las lluvias. Fueron dos niños, demasiado preocupados corriendo detrás de un quetzal como para recordar las advertencias de sus padres. La gente comenzó a desesperarse y a exigir respuestas que Huitzillin no podía darles y que los dioses se negaban a ofrecer.
Al final, las cosas comenzaron a salirse de control. El pueblo tenía miedo, y cuando la gente entraba en pánico, las cosas se tornaban verdaderamente críticas. Era sólo cuestión de tiempo para que la gente iniciara actos motivados por el pavor, a atacarse unos a otros, intimidados por una fuerza que no podía controlar y que no parecía dispuesta a ceder.
Preocupado, Huitzillin convocó a una reunión con Pianalli, el tlatoani*, y con algunos de los guerreros de la aldea, entre ellos, Noxochicoztli, el mejor de entre todos sus soldados. Debían hallar una solución, y pronto, algo para apaciguar a los dioses. Mínimamente, debían intentar hacerlo.
Evacuar la ciudad no serviría, pues los dioses sólo se molestarían más al ver que el pueblo se volvía cobarde e intentaba huir de su furia. Invocar a Tezcatlipoca para que comunicara a Huitzillin el sacrificio que deseaba tampoco había funcionado. Chalchihuitlicue no parecía estar mucho más receptiva que el dios de la oscuridad.
Painalli sugería esperar, pero Noxochicoztli y Huitzillin no pensaban que eso fuera lo correcto, les parecía que era dejar morir a su pueblo. Al ver a su líder del lado del sacerdote, los restantes guerreros pronto secundaron su opinión. Painalli, lo mismo que Noxochicoztli, era un guerrero, pero Nox ―como lo apodaba la gente―, no pertenecía a la realeza. A diferencia de muchos otros, el guerrero águila no se avergonzaba de que el penacho que portaba lo hubiera ganado él mismo, por lo que no permitía que el mismo tlatoani olvidara sus orígenes.
―¿Qué es lo que sugieren, entonces? ―acusó Painalli, jugueteando de forma ausente con una de las plumas azuladas de su penacho.
―Hablar con los dioses ―murmuró Huitzillin, aunque él tampoco parecía muy convencido de sus palabras.
―Eso es lo que hemos estado haciendo y no ha funcionado ―replicó Anáhuac, la prometida del tlatoani.
―No, hemos tratado de apaciguarlos ―interfirió Nox por primera vez―. Les hemos dado regalos y sacrificios, pero no hemos ido a buscarlos.
―¡Que no escuchen los dioses lo que acabas de decir! ―condenó Citlatonac, el consejero preferido de Painalli―. ¿Es correcto, Noxochicoztli, que insinúas desafiar a nuestros dioses benefactores?
A su alrededor, tanto la corte de Painalli como el propio ejército de Noxochicoztli contuvieron el aliento. A su derecha, el joven guerrero alcanzó a ver que Huitzillin jugaba nerviosamente con el collar de cacao que colgaba de su cuello. Se rumoreaba que había sido un regalo de su padre, Quetzalcóatl, y que de ahí provenían sus poderes para predecir lo que vendría.
―Yo no he dicho eso ―se defendió el guerrero sencillamente―. Pero los obsequios no han hecho nada para calmar la ira de nuestros dioses y no podemos permitir que más gente muera por nuestra indecisión.
―En realidad, ni siquiera estamos seguros de a qué dios enfuriamos ―murmuró Huitzillin.
―¡Dijiste que se trataba de Tezcatlipoca!
―No, señor, dije que por las características de las tormentas nocturnas y de la dirección que seguían podíamos presumir que se trataba del señor de las tinieblas. Sin embargo, no debemos ignorar que este castigo divino también puede provenir de Huitzilopochtli o de Xolotu.
―Podría ser Coatlicue ―apuntó Taujari, encogiéndose de hombros. La guerrera, buena amiga de Anáhuac, era muy respetada, y aunque era bien sabido que disfrutaba de pequeñas retas con el prometido de la joven a quien casi consideraba su hermana, Taujari nunca se atrevía a contradecir a Painalli frente a toda la aldea.
―No ha sido Xolotu ―se apresuró a decir el tlatoani, ignorando a la guerrera. Sus oyentes ofrecieron un murmullo de inconformidad como respuesta; a oscuras, bajo el manto de Coyolxauhqui, se rumoreaba que la habilidad bélica de Painalli provenía de los poderes de su padre Xolotu, el dios de la calamidad.
―No hemos hecho nada para ganarnos la enemistad de Huitzilopochtli o de Coatlicue ―insistió Cipactzin, otra de las guerreras, después de un silencio incómodo.
―Nada que recordemos, querrás decir ―corrigió Hasen, la hermana menor de Nox. A pesar de que ella no había sido entrenada en el arte de la guerra, la joven poseía un espíritu calmo que convenía que la aldea viera en ese momento. Ella era, además, la mejor curandera de la aldea. Ante la luz de la fogata, su piel oscura refulgía como las propias alas de obsidiana de su madre, la diosa Itzapapálotl―. Podría tratarse de un error que ni siqueira recordamos haber cometido
―Ese es el punto, ¡no podemos enmendar nuestros errores ni disculparnos apropiadamente si ni siquiera recordamos haberlos cometido! ―insistió Nox con exasperación.
―¿Entonces? ―inquirió Painalli impacientemente.
―Vayamos a los volcanes ―declaró Huitzillin nerviosamente―. Organicemos una partida con nuestros mejores guerreros. Averigüemos desde qué volcán provienen las tormentas y de qué dios se trata. Vayamos a ver a Tezcatlipoca y a Chalchihuitlicue.
―¿Estás diciendo que quieres arriesgar a mis mejores combatientes sin siquiera saber en qué volcán se encuentra la amenaza que nos acecha? ―rugió el tlatoani. Avergonzado, Huitzillin inclinó la cabeza, su mano derecha aferrada a una de las cáscaras de cacao alrededor de su cuello.
―Lo que está diciendo es que confía en nuestros guerreros lo suficiente como para encomendarles tan importante tarea ―replicó Nox inmediatamente. La furia inundó sus ojos y sus dedos rodearon su lanza lentamente―. Lo que está diciendo es que la muerte en batalla sería preferible que la carga de la negligencia, que enfrentar la ira de los dioses es más digno que cegarse a ella.
―¡Es una locura! ―se quejó Citlatonac.
―Nadie se prestará a una misión suicida como la que proponen ―agregó Anáhuac severamente.
―Puedo tener a mis hombres listos al alba ―interrumpió Nox, fulminando a la pareja real con la mirada. Confiaba en sus guerreros de manera tan absoluta que ni siqueira necesitó girarse para conocer la certeza de sus palabras―. Preferirán enfrentarse a los dioses que ver morir a su familia.
Hubo un asentimiento unánime de parte de los guerreros.
―De acuerdo ―sentenció Painalli gravemente, levantando una mano en el aire para silenciar a Citlatonac―. Vayan a hablar con el señor de las tinieblas y veremos si quiere escucharlos.
Sin más, el líder de la aldea se levantó y abandonó la sala. Pronto, Citlatonac y Anáhuac siguieron su ejemplo.
―Ya escucharon ―rugió Noxochicoztli―. Partimos mañana con los primeros rayos del sol. Prepárense. No sabemos qué nos espera.
De inmediato, el ejército de Tenochtitlán se levantó, tomando sus armas. Con un ligero asentimiento de la cabeza pidieron permiso para retirarse. Nox realizó un movimiento con su mano, y pronto, la sala había quedado vacía, lo que dejaba a Nox y a Huitzillin en un silencio incómodo.
―No puedo creer que ni siquiera le importe ―masculló Nox después de un rato.
―Sólo está asustado ―replicó Huitzillin con poco aplomo.
―Como todo el pueblo. Su prioridad debería ser la gente, y tú no deberías justificar su cobardía ―bufó el guerrero, levantándose para salir él también del recinto―. Él va a quedarse aquí con su prometida, bebiendo chocolate y comiendo escamoles*, mientras a sus pies el pueblo perece de hambre y se lamenta de haber perdido la cosecha.
Incluso si Nox hubiera esperado más antes de retirarse, Huitzillin no hubiera sido capaz de replicar nada.
—*—*—
A la mañana siguiente, en punto de las cuatro, los guerreros de Tenochtitlán se alistaban para salir. El viaje sería largo, y si el clima no mejoraba, también sería peligroso. A sabiendas de ello, Nox había convocado solamente a sus guerreros más leales e impertérritos, hombres y mujeres que no tendrían miedo de enfrentarse a los dioses.
Se dividirían en tres grupos, y cada uno se dirigiría a un volcán diferente, para averiguar si algún dios lo habitaba. De acuerdo a Huitzillin, en alguna de las localizaciones encontrarían al dios al que habían ofendido. Nox sólo esperaba que consiguieran hacerlo antes de que la aldea se enfrentara a más pérdidas.
Cipactzin, Chimalcóatl, Paine y Miztli, hermano mayor de Huitzillin, viajarían hacia el volcán de Chichinautzin. Por otro lado, la segunda partido se dirigiría hacia el Cuautzin; ésta se conformaba por Hasen, Tlacaeles, Chimalma y Taujari. Finalmente, el grupo que Nox comandaba estaba compuesto por Huitzillin y dos hijos de la guerra Raymi, hija de Tezcatlipoca y hermana de Cipactzin, y Ceyaotl, hijo de Huitzilopochtli; ellos avanzarían con dirección hacia el volcán Teuhtli.
La primera semana de viaje no sucedió nada. Nox se mantenía en contacto con los líderes de los otros dos equipos ―Cipactzin y Chimalma― por medio de colibríes mensajeros, pero ellos insistían en que no habían encontrado nada fuera de lugar. De hecho, Cipactzin aseguraba que mientras más se acercaban al volcán menos intensa se volvía la lluvia. En cambio, por el camino que la partida de Nox seguía, las lluvias sólo habían arreciado.
Las cosas empeoraron cuando Citlatonac, el consejero de Painalli mandó aviso de que, al interior de la ciudad, algunos de los hombres habían comenzado a mostrar rastros de magia. Según su informe, ahora era común que gente con aletas y lo que pronto serían branquias se paseara por el mercado de la aldea.
Debían llegar al volcán y enfrentar a quienquiera que estaba destruyendo a su pueblo. Y debían hacerlo rápido.
Resultó que llegar a Teuhtli era la parte sencilla del trabajo. La verdadera complicación radicaba en llegar hasta su interior sin antes haber perecido, resbalando en el fango.
―Puedo sentir a mi padre ―avisó Raymi mientras escalaban el humeante volcán―. Estén alertas.
Aún pasaron varias horas antes de que encontraran algo realmente extraño. Quizás lo que sucedía era que la torrencial lluvia que no se había detenido un momento desde que salieran de Tenochtitlán los mantenía demasiado ocupados, forzándolos a que enfocaran su atención en lo resbaloso del lodo a su pies en lugar de dejarles que pensaran en los peligros que enfrentarían una vez que consiguieran llegar a la cima de la montaña.
En medio de la lluvia, Teuhtli, el Volcán del Norte, refulgía con furia. Gruesos nubarrones de humo se mezclaban con el agua que caía, oscureciendo el cielo en el que Chalchihuitlicue Tonatiuh no había brillado en meses.
―¿Cómo demonios es que hay un fuego encendido en medio de esta tormenta? ―masculló Nox, casi a gritos para hacerse oír por encima del rugido del viento.
―Con los dioses todo es posible ―ofreció Ceyaotl―. Lo verdaderamente sorprendente es el hecho de que hayamos llegado hasta aquí sin que ellos hayan intentado detenernos.
―Los dioses saben que estamos aquí ―refutó Raymi severamente―. Si nos han permitido llegar tan lejos es porque nos esperan. No se atrevan a bajar la guardia.
Y con ese positivo pensamiento, los cuatro semidioses se adentraron en el volcán.
Durante días, Huitzillin había intentado imaginar lo que encontrarían en el interior del volcán. Había soñado con una Chalchihuitlicue asustada, atada de manos y muerta de miedo. Había creído que la única razón por la que la diosa de las faldas de esmeralda los traicionaría sería que estuviera amenazada.
Se había convencido a sí mismo de concentrar su atención en la siguiente piedra, en el torrente de agua que oscurecía su rubio cabello, en asegurarse de que no se separaran, confundidos por la ceniza húmeda que caía del cielo. Cada vez que su mente se preguntaba qué era lo que encontrarían al adentrarse en el verdadero dominio de los dioses, el hijo de Quetzalcóatl había desviado su atención y se había prohibido a sí mismo imaginar siquiera lo que los esperaba en el Volcán del Norte.
De lo que sí estaba seguro, era de que nunca, ni siquiera en sus sueños más disparatados hubiera logrado figurarse lo que lo encontraron.
Sentada en un trono de ónix puro se hallaba Chalchihuitlicue, seca a pesar de la lluvia que caía a raudales. Llevaba puesto un penacho de plumas de quetzal, grande y orgulloso. En el centro del adorno se lucía la cabeza de un caimán, que observaba impasiblemente a los semidioses con ojos hechos de piedra lunar. La falda de la mujer, un río alebrestado y tormentoso en donde de vez en cuando surgía el destello de un desafortunado pez, se había oscurecido hasta volverse casi negro, nada comparado con el azul verdoso al que la diosa debía su nombre.
Desde su trono, Chalchihuitlicue, sonreía. Iluminada por un pequeño charco de magma, único obstáculo físico que la separaba de los jóvenes guerreros, el gesto parecía aún más siniestro.
―Señora ―comenzó Huitzillin tan pronto la hubo reconocido, hincándose para rendirle pleitesía. De inmediato, sus compañeros lo imitaron.
―Vinimos tan rápido como pudimos ―informó Ceyaotl.
―¡Oh, son tan encantadores! ―rió la diosa―. ¡Se han apresurado a venir a su muerte!
―¿Disculpe? ―inquirió Nox.
Detrás de Chalchihuitlicue, las sombras comenzaron a temblar, hasta que se materializaron en un hombre alto. Al avanzar hacia el trono de la mujer, su peso se cargaba hacia el lado izquierdo. La lava humeante lo iluminó, revelando la máscara de obsidiana que cubría su rostro. La máscara no resultaba importante, pues era suficiente con ver su cojera y la manera en la que las tinieblas giraban a su alrededor para reconocerlo.
―Tezcatlipoca ―murmuró Huitzillin.
―Padre ―se les escapó a Raymi.
―Así es ―asintió el recién llegado―. Y ustedes fueron unos estúpidos al creer que podían venir a mis dominios y salir airosos.
―¿Qué significa todo esto? ―exigió Nox, empuñando su lanza para dar un paso al frente.
―¿Qué va a significar, sino que estoy harta de no ser tomada en cuenta? ―ofreció Chalchihuitlicue desde su trono.
―Pero… señora…
―Son tan tiernos, pensando que pueden hacer algo en contra de nosotros.
―Entonces… toda esta lluvia… todas estas catástrofes…
―Fui yo, en efecto ―rió Chalchihuitlicue, poniéndose de pie―. ¡Y a ustedes, ilusos, ni siquiera se les ocurrió que pudiera ser yo la causa de su miseria!
―Pero, señora… usted no es así… Quetzalcóatl y Tezcatlipoca…
―¡La gente cambia! ―rugió la diosa―. Desde que empezaron las tormentas ustedes han desperdiciado su tiempo debatiendo acerca de si el origen de sus manos era Huitzilopochtli o Coatlicue o Ehécatl, ¡a nadie se le ocurrió que Chalchihuitlicue, la inofensiva de las faldas de esmeralda pudiera haberse hartado de no ser más que un chivo expiatorio!
―Así que decidió asesinar a su pueblo, ¿correcto? ―acusó Nox.
―¿Mi pueblo? ―se burló la diosa―. ¿Qué son ustedes, sino pedazos de maíz moldeado?
―¿Ya lo ven? No son nada ―la secundó Tezcatlipoca―. Y sin embargo han venido hasta aquí, ¡a su muerte!
―No lo creo ―masculló Nox al tiempo que apuntaba su lanza a la cabeza de Tezcatlipoca. Impasible, el dios desvió el arma con su escudo de obsidiana. Nox sonrió de manera torcida.
De inmediato, el lago de magma se tiñó de un rojo fúrico, color que quizás se volvió más notorio debido a que la oscuridad a su alrededor aumentó.
―Señora, hay gente muriendo ―arguyó Ceyaotl, aferrándose quizás a la esperanza de que ella no supiera lo que pasaba de vuelta en la aldea―. Su pueblo está pereciendo bajo la lluvia torrencial a la que nos condenan los cielos.
―El pueblo no se atreverá a olvidar mi nombre otra vez ―acusó ella, afirmando sus delicados pies en la roca volcánica, preparándose para una batalla. Fuera el volcán, un rayo iluminó el cielo y la lluvia redobló su fuerza.
Siguiendo el ejemplo de Nox, Raymi empuño su daga de obsidiana y, poco a poco, comenzó a avanzar por el lado izquierdo de la cámara volcánica. Por su lado, Ceyaotl agarró una flecha de su carcaj y tomó el lado derecho, rodeando el lago de magma.
Las faldas de Chalchihuitlicue se oscurecieron, enchansándose poco a poco con olas alebrestadas, hasta que el agua hubo sobrepasado su ropa, para convertirse en río que buscaban inundar el cráter del Volcán del Norte.
―Fueron valientes al llegar aquí, pero me temo que no lograrán salvar a su gente ―rió Tezcatlipoca.
―¡Mi padre y tú tenían un trato! ―acusó Huitzillin―. Ni tú ni él serían los dioses del sol.
―¡Y no lo soy! ―aceptó el dios―. Yo sólo soy un amigo cercano de Chalchihuitlicue.
El movimiento fue tan rápido que Huitzillin casi no lo vio, pero Nox no parecía sorprendido en lo absoluto. Desde el lado derecho de Chalchihuitlicue, Raymi saltó, la daga firmemente sujeta en sus manos.
―No lo creo, señorita ―escupió la diosa, dando un precipitado paso hacia atrás para alejarse del arma, que a pesar de todo alcanzó a herirla en el brazo. Viscosa sangre verde surgió de la herida.
―Deberías estar avergonzada ―reprendió Tezcatlipoca tranquilamente―. Una hija mía haciendo quedar a su padre en ridículo.
―Quizás no lo haría si no estuvieras tratando de asesinarnos ―rugió la muchacha, quien rápidamente se preparó para un siguiente ataque.
Del lado izquierdo de los dioses y aprovechando la distracción de Tezcatlipoca, Ceyaotl comenzó a disparar sus flechas. A espaldas de Chalchihuitlicue, la lanza de Nox, que había quedado incrustada en la pared volcánica comenzó a transformarse.
Nox, hijo de Chicomecóatl, la diosa del maíz, había colgado una mazorca a su lanza como ofrenda a su madre. Los granos de cereal, provenientes de la propia mano de la diosa, poseían un par de habilidades especiales. Huitzillin no era un guerrero, sino un chamán, pero aquellos que habían combatido contra Noxochicoztli contaban historias extrañas.
Noxochicoztli no era, en sí, un hombre violento ni musculoso en demasía. Se había convertido en un guerrero a base de astucia más que de fuerza bruta. Nox contaba con el apoyo de su madre, indudablemente, pero también era un hombre que sabía utilizar sus recursos de la mejor manera.
Lentamente, durante el breve intercambio de palabras con los dioses, la mazorca que colgaba de su lanza se había multiplicado, y la empuñadura de su alma se había transformado en tres pardas serpientes de cascabel. Nox, aparentemente desarmado, permanecía de pie frente a Huitzillin, calmo.
―Los dioses condenan las promesas rotas ―incriminó Nox. En un movimiento más rápido aun que los rayos sobre ellos, dos de las serpientes se abalanzaron hacia los tobillos desnudos de Chalchihuitlicue, mordiéndola.
―¡Traidores! ―rugió la diosa, encogida de dolor.
―¡No somos nosotros quienes traicionamos al pueblo que nos ha venerado y rendido ofrendas! ―defendió Ceyaotl, que aún seguía disparando flechas a Tezcatlipoca. El dios las detenía en el aire sin inmutarse,
Detrás de Chalchihuitlicue, las mazorcas de la lanza habían comenzado a temblar en el suelo inundado. Tan pronto sus granos entraron en contacto con el agua, las mazorcas se engrandecieron, transmutándose hasta que cuatro de sus granos de elote se hubieron alargado para convertirse en extremidades que continuaron creciendo. Al cabo de poco tiempo, había tres formas humanoides ocultándose entre las sombras.
―¿Así que comenzamos a jugar sucio tan pronto? ―se burló Tezcatlipoca―. Qué decepción.
El dios sonrió con sorna. En un movimiento de sus manos, consiguió que puntas de obsidiana se materializaran entre las sombras suspendidas a su alrededor.
―Creo que eres el último con derecho a hablar de decepciones ―arguyó Raymi, quien se afanaba en atacar a Chalchihuitlicue. La diosa, acorralada entre la daga de Raymi y las siseantes serpientes de Noxochicoztli se veía lívida de furia.
―Niña, actúas como si esto fuera la gran cosa ―farfulló el dios―. Sólo nos estamos divirtiendo un poco.
―Pues la diversión se acabó ―informó Nico, ordenándole a los hombres de maíz que atacaran a Tezcatlipoca por la espalda. Quizás pensando que Nox lo atacaría directamente, el señor de las tinieblas disparó sus puntas de obsidiana con dirección al guerrero águila. Uno de los hombres de maíz consiguió alcanzar el pecho de Tezcatlipoca en el lado izquierdo con su daga, aunque al dios no pareció importarle, pues su armadura lo cubría.
―¡No lo creo! ―advirtió Huitzillin, que se lanzó hacia Nox, protegiendo al hijo de Chicomecóatl con su cuerpo.
―¿Se puede saber qué estás haciendo, en el nombre de los pedazos de Coyolxauhqui? ―rugió Nox―. ¡Te dije claramente que te mantuvieras alejado del peligro!
―Todo está bajo control ―aseguró prontamente Huitzillin, tambaleándose hasta que recuperó el equilibrio. En un intento por ser discreto, aunque con pocos resultados, llevó sus manos hasta su costado derecho, donde encubrió su herida.
―Todo está bajo control ―remedó el otro, mientras trataba de mantener a Tezcatlipoca ocupado con los hombres de maíz y la tercera de sus serpientes―. Eres un chamán, no un guerrero. Se suponía que sólo vendrías para ayudarnos a lidiar con los dioses.
―¡Eso es justo lo que estoy haciendo!
―¡Pues no está funcionando! ―lo reprendió Nox al tiempo que esquivaba más de las puntas de Tezcatlipoca―. Podrías, no sé, tener poderes kinestésicos o… ¡algo un poco más útil!
―Oh, los mortales, tan ingenuos ―se le escapó a Chalchihuitlicue en una sonrisa que destilaba veneno. Había una flecha incrustada en su brazo izquierdo, y cojeaba cuando trataba de esquivar el arma de Raymi―. Pensar que sus ridículos poderes pudieran siquiera asemejarse a los nuestros.
―No hace falta ser tan ambiciosos ―replicó Huitzillin con un destello extraño en sus ojos azules―. Sólo se necesita saber a quién acudir en busca de ayuda.
Y sin dar mayores explicaciones, el joven chamán llevó sus manos ensangrentadas hasta el collar de cáscaras de cacao que colgaba de su cuello y, arrancándose el adorno, las estrelló en el suelo.
Súbitamente, la lluvia cesó. Confundido, Tezcatlipoca se giró a su compañera. Recargada contra la pared volcánica para evitar que perdiera el equilibrio, Chalchihuitlicue parecía igual de extrañada.
Tezcatlipoca comenzó a abrir los labios, quizás para reprender a la diosa por su descuido, pero antes siquiera de que pudiera llenar sus pulmones del azufroso aire, un trueno lo detuvo.
―Te has sobrepasado, Tezcatlipoca ―llegó una voz tormentosa desde la punta del volcán―. Has corrompido la mente de una buena mujer, te has cegado con celos irracionales y nuestro pueblo ha pagado con su vida tus errores.
―Encantador discurso ―masculló el dios, su rostro elevado hacia la entrada del cráter, aunque sólo podía ver el cielo ennegrecido.
―Has abusado de tu poder y te has comportado injustamente ―sentenció una segunda voz desde las sombras―. Los dioses no perdonan fácilmente un atrevimiento como este. ¡Has de pagar por tus acciones!
―No queda nada del mundo que conocíamos ―sentenció una voz femenina―. Los pocos hombres que sobrevivieron se han convertido en peces y pasará mucho tiempo antes de que la tierra se seque y arrope en su seno a la planta del maíz nuevamente.
Desde donde los guerreros habían entrado surgió un movimiento rápido, difícil de seguir no sólo por su velocidad, sino también porque el lago de magma a sus pies se había vuelto de un marrón oscuro. La rabia de Tezcatlipoca se transformaba en desconcierto, y el volcán lo sabía mejor que nadie. Ahora que los truenos de la tormenta se habían detenido, la caverna se llenó con el siseo de un cascabel, como Nox había escuchado muchas veces al cazar en la sierra.
―¿Qué es lo que hiciste? ―inquirió Nox en un susurro, hincado junto a Huitzillin.
―Llamé a mi padre ―confesó el joven pesadamente, ambas manos colocadas sobre su herida―. Era ridículo suponer que un puñado de mortales pudieran detener a los dioses. Al invocar a más dioses los he colocado en igualdad de posiciones.
Quetzalcóatl, la serpiente emplumada no gastó más tiempo en vanas amenazas, y pronto se lanzó hacia Tezcatlipoca con las fauces abiertas. El dios de la oscuridad se libró de los colmillos de Quetzalcóatl por apenas algunos centímetros.
Del lado de Ceyaotl, un gran estruendo anunció la entrada de otro de los invitados de Huitzillin. Su llegada inundó la cámara volcánica con luz. Llevaba una macana al hombro y ni siquiera el hecho de que estaba cubierto de polvo, pues había irrumpido en el salón destruyendo una pared, opacaba su piel, dorada como los dientes de elote.
Desde el ojo del volcán apareció una tercera figura. La luminiscencia de su cuerpo no se comparaba con la de Huitzilopochtli, pero a pesar de que no portaba ningún arma visible, resultaba más intimidante que su hermano. Los miembros de la diosa, cercenados por el propio Huitzilopochtli, flotaban a su alrededor, obedeciendo su comando.
―Esto ha acabado, Tezcatlipoca ―advirtió Coyolxauhqui. Con un movimiento de su mano, la diosa detuvo las puntas de obsidiana en el aire. Ahora que el dios de las sombras estaba desprovisto de su defensa, Quetzalcóatl atacó nuevamente, dirigiendo sus poderosas fauces hacia la pierna sana de Tezcatlipoca para hacerle perder el equilibrio.
Por su lado, Huitzilopochtli se concentró en Chalchihuitlicue, atacándola de frente con su macana en alto.
―¡Traicionan a su propia raza! ―acusó la de las faldas de esmeralda―. ¡Prefieren acudir en la ayuda de unos miserables mortales en lugar de enseñarles una lección!
―Creo que quienes necesita aprender lecciones son otros ―sentenció Huitzilopochtli, el dios de la guerra, labor que le quedaba muy bien, pues gracias a su destreza en el combate pronto hubo atado las manos de Chalchihuitlicue a la espalda de la diosa. Bajo la luz que irradiaba Huitzilopochtli se dieron cuenta de que las faldas de la diosa habían empalidecido, tornándose del color azul verdoso de su piel hasta casi transparente. El icor de la diosa brotaba abundantemente por los muchos cortes que ahora cubrían sus brazos y, descubrió Huitzillin casi con miedo, su rostro también. No eran heridas graves, pero resultaban terribles de ver en el cuerpo de una diosa.
Poco después, Quetzalcóatl también había confrontado a Tezcatlipoca. El señor de la sabiduría había rodeado al dios cojo con su cuerpo viperino, haciendo que Tezcatlipoca trastabillara y se precipitara hacia el suelo encharcado.
―Después de todos los problemas que nos ha causado tu irreverencia no me molestaría inyectarte algo del veneno que tengo ―avisó la serpiente, contrayendo sus escamosos músculos alrededor del otro dios hasta casi estrangularlo.
―Eso tendrá que esperar un poco ―interrumpió Coyolxauhqui, descendiendo grácilmente de las alturas. Sus movimientos, lentos pero fluidos a pesar del hecho de que se encontraba desmembrada. Con la delicadeza de un venado, la diosa se dirigió hacia donde Huitzillin se había hincado, recargando su peso en Noxochicoztli―. Los problemas de los dioses deben ser resueltos entre dioses.
Por toda respuesta, Quetzalcóatl siseó con molestia. Finalmente, Coyolxauhqui volvió su atención a los semidioses.
―Lamento profundamente que hayan tenido que vernos en este penoso estado ―comenzó a decir. Su voz era como una brisa nocturna―. Mis hermanos parecen haber olvidado que los dioses dependen del hombre tanto como el hombre depende de nosotros.
―Sobre todo, han olvidado que teníamos un trato ―acusó Quetzalcóatl desdeñosamente―. Tú no perseguirías el poder del sol y yo no lo haría tampoco. No era complicado.
―Lo esperábamos de Tezcatlipoca ―secundó Huitzilopochtli―, pero tú nos has decepcionado, Chalchihuitlicue ―avergonzada, la diosa volvió el rostro al suelo.
―Suficiente. Ya hablaremos del castigo al que se han hecho acreedores con esta traición ―ordenó Coyolxauhqui tranquilamente. En algún momento de la batalla, la lanza de Nox se había desincrustado de la pared para posarse frente a él. Las figuras de maíz habían desaparecido, y una sola mazorca colgaba de arma del guerrero, justo como cuando habían llegado. Coyolxauhqui la tomó y le lanzó una mirad inquisitiva a Noxochicoztli―. ¿Puedo?
―Adelante ―tartamudeó el hijo de Chicomecóatl, sin entender muy bien para qué alguien tan pacífico como Coyolxauhqui podría querer un arma, aunque sin atreverse a contradecirla tampoco.
Con una suave sonrisa, la diosa dirigió sus manos a la mazorca de maíz, ignorando completamente la punta de obsidiana del arma. Delicadamente, Coyolxauhqui arrancó un puñado de dorados granos de maíz y los sostuvo en sus manos.
―El hombre pertenece a la tierra ―sentenció, dirigiendo su mano izquierda hacia el agua que se había acumulado en el suelo. Con ella roció los granos de maíz―. Y la tierra le pertenece a los dioses ―continuó, mientras apuntaba hacia el ojo del volcán con la misma mano que había usado para tomar el agua. De inmediato, un pálido rayo de luna se escabulló entre las tempestuosas nubes de Chalchihuitlicue y entre el áureo resplandor de Huitzilopochtli para posarse en los granos de maíz que la mano derecha de la diosa acogía―. Sin embargo, con frecuencia los dioses olvidan que, sin el hombre, nosotros cesaríamos de existir y la tierra se volvería árida y yerma sin nadie que la regara con su sangre en sacrificio a nosotros.
Lentamente, la diosa presionó sus manos una contra la otra, mezclando los ingredientes que sostenía hasta que hubo creado un brebaje inodoro de un suave color marrón. Por fin, le ofreció una sonrisa a Huitzillin y aplicó ambas manos a la herida del joven.
Al sentir el contacto, el hijo de Quetzalcóatl se vio obligado a contener un grito. Empero, el remedio de Coyolxauhqui surgió efecto prontamente, y del intenso dolor de antes sólo quedó un ligero remanente. Cuando la diosa retiró sus pálidas manos, la herida había cerrado y resaltaba sólo una cicatriz, de color más oscuro que la piel de Huitzillin.
―Por tercera ocasión, humildemente pido su perdón, en nombre de mis hermanos y de los problemas que su inmadura conducta les causaron ―ofreció Coyolxauhqui, poniéndose de pie para colocarse entre Huitzilopochtli y Quetzalcóatl, quien aún rodeaba el cuerpo de Tezcatlipoca con el suyo.
―No hay necesidad de hacer tal cosa, señora ―replicó Nox con una inclinación de su cabeza―. Somos nosotros quienes le agradecemos su ayuda.
―Vuelvan a Tenochtitlán, guerreros ―ordenó la diosa―. Reconstruyan aquello que la tormenta arrastró consigo. Esperen el retorno de los sobrevivientes. Se elegirá un nuevo sol, se elegirá una nueva luna, y el pueblo azteca, el más valeroso de todos, volverá a alzarse con orgullo.
A su lado, Quetzalcóatl demostró su conformidad agitando el cascabel de su cola.
―La inundación acabó con las plantaciones de cacao ―siseó.
―Y con muchas otras cosas que quizás deberían ser tu prioridad ―reprendió Coyolxauhqui―. Vuelvan a casa, guerreros.
Así, la diosa colocó su mano derecha en el hombro de Huitzilopochtli y se acercó hasta que su muslo cercenado tocaba el costado de Quetzalcóatl. Los cinco dioses desaparecieron en un destello plateado.
―¿Por qué no hiciste eso desde el principio? ―demandó Ceyaotl, volviéndose a Huitzillin.
―¿Qué no escuchaste? Los dioses no podían hacerlo solos ―replicó Raymi, rodando los ojos.
―En efecto ―concedió el hijo de Quetzalcóatl, aunque su porte era mucho más tranquilo que el de la joven―. Al entrar nosotros en el volcán señalamos la guarida de Tezcatlipoca, lo que permitió que los dioses entraran después de nosotros.
―Como sea ―lo cortó Nox, poniéndose de pie―. Ahora que la lluvia se detuvo y ya no hay posibilidades de una erupción volcánica, vámonos de aquí.
―Alguien quiere salir de aquí lo más rápido posible ―se burló la hija de Tezcatlipoca.
―¿Puedes culparme? ―Nox arqueó una ceja―. No confío más de lo debido en la buena voluntad de los dioses.
Por toda respuesta, Raymi hizo un mohín con sus labios, así que Nox volvió su atención a Huitzillin, ofreciéndole su mano derecha para ayudarlo a levantarse. Pronto, los cuatro semidioses abandonaron el Volcán del Norte, con Raymi encabezando la marcha, y Nox y Huitzillin al final, para que el hijo de Quetzalcóatl pudiera apoyarse en su compañero.
―Si lo que te preocupa son los sobrevivientes… ―comenzó Huitzillin, sabiendo que la inquietud de Nox probablemente se debía a que no tenía forma de saber cómo se encontraba su hermana―. Todos los guerreros que salieron con nosotros de Tenochtitlán están bien.
―¿Cómo sabes eso? ―inquirió Nox; bajo su brazo, Huitzillin sintió los músculos del guerrero tensarse.
―Mira a los colibríes ―explicó, apuntando a las copas de los árboles―. La lluvia no les permitía llegar hasta aquí, pero ahora que la tormenta se ha detenido… Al enviarlos en dirección contraria al Teuhtli los salvaste de la furia de Tezcatlipoca.
Quizás era la herida aún punzante de su costado, pero Huitzillin casi había visto que el impertérrito Noxochicoztli se sonrojaba ante la mención de sus valerosas acciones.
Esta es una historia antigua. El cielo ha cambiado sus colores incontables veces, se ha teñido de azabache y de anaranjado y de amarillo. Quetzalcóatl partió hacia la primera estrella de la tarde y aún esperamos su regreso. Sin embargo, el pueblo azteca nunca ha olvidado esta leyenda.
Tiempo después, Nanahuatzin y Tecciztecatl se convirtieron en el sol y la luna. El quinto sol, llaman ahora a esta historia, como si dos palabras pudieran resumir la rivalidad de Quetzalcóatl y Tezcatlipoca o encerrar la valentía del pueblo mexica.
Y para no perder la costumbre, aquí les va otra nota interminable.
*1: Un xiuhmolpilli es un periodo de 52 años en el que se divide el calendario azteca.
*2: El tlatoani o huey tlatoani era el emperador azteca.
*3. Esto en realidad no sé si se les dificulte de verdad, pero lo voy a poner de todas formas. Los escamoles son los huevos de hormigas. Nunca los he probado, pero me consta que se comen, y, de hecho, es un manjar caro. ¿Qué creen, que es fácil conseguir suficientes huevos de hormiga como para llenar un plato? ¡Ahora imaginen intentar hacer eso hace 500 años!
Como sea. Creo que esta vez sí se me pasó la mano con el patriotismo al final, espero que... no les haya parecido... demasiado. Verán, cada pueblo tiene su forma de ver a sus dioses. Los católicos, por ejemplo, no soportan ninguna injuria contra el suyo, lo cual es perfectamente respetable. Otros, como los romanos o los griegos, incluso los egipcios, permitían que se burlaran un poco de ciertos dioses, aunque siempre con moderación. El pueblo azteca, descendiente del pueblo maya, los mira con una veneración que, aunque a veces resulta retadora, en general no transgrede. El pueblo azteca era orgulloso en demasía, al grado de que vemos en el juego de pelota que los ganadores son los que se ofrecen en sacrificio, no los perdedores. Traté de ilustrar eso.
En otras noticias, ¿vieron cómo metí el cacao en la historia? Soy un genio.
Muy bien, tengo que acabar porque me quedan como tres minutos, eso es todo por hoy, espero que les haya gustado y... ¡nos leemos mañana!
PD: cuidado y vea comentarios del estilo "Will no puede tener el cabello rubio y ser azteca" porque voy a hacer un berrinche muy grande. Conservé los ojos azules y el cabello rubio de Will por una razón muy sencilla: es hijo de Quetzalcóatl, y la serpiente emplumada poesía esos rasgos físicos. Se especula que el verdadero "descubrimiento de América" lo efectuaron piratas nórdicos, y es por eso que el Quetzalcóatl de los mitos aparece así.
PD2: si les gustó este trabajo, por favor busquen a Pedro Larez en Facebook. Su trabajo es increíble, no tiene sólo imágenes de la mitología azteca y yo se los recomiendo de todo corazón.
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15 de septiembre, todos usan celeste. ( y aretes de quetzal) . #procreate #ipadart #digitalart #art #illustration #drawing #sketch #artistoninstagram #huevitq #pollitq #cartoon #portrait #cute #illustration #portraitdrawing #drawthisinyourstyle #dtiys #speedart #speedpaint #guatemala #15deseptiembre #septiembre #vérticefestival2019 (at Universidad Rafael Landívar) https://www.instagram.com/p/B2T_dy1AmSc/?igshid=ugajzt0zot18
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Hubo una chica de la que me enamoré  era destructiva como Frankenstein  misteriosa como el monstruo del Lago Ness hubo una chica de la que me enamoré  lloraba por puras pendejadas decía que me fuera y buscara algo mejor porque ella no tenía nada para mí, yo la respiraba y podía ver su rostro en cada hoja seca y cada nube celeste a veces me decía que yo le encantaba a veces me decía que no le gustaba a ratos me decía que la besara a ratos me decía que no me quería cerca nunca traté de entenderla sólo la amé porque cuando uno ama todo vale verga.
Ahora que no está Sofía, Quetzal Noah
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Día 1
Soy Celeste tengo 27 años (ahora ya me gusta mi nombre). Abrí este Tumblr con la intención de hablar sobre salud mental, bueno, quizás en el fondo para hablar sobre el desarrollo de mi salud mental,  sobre alternativas de como vivir con las depresiones, las manías,el mundo, el caos, los cambios cíclicos para los que vivimos y dependemos de algunas medicinas en el cuerpo, esos ejercicios de amor que me han servido a mí y quiero compartir. Otras formas de vivir con las que podemos mejorar nuestra calidad de vida sin hundirnos tanto en el fondo de las crisis y aprender a nadar en ello. 
Desde siempre fui al psicológo, hasta perdí la cuenta real de cuantas clínicas y ventanas observe detenidamente, quizás fue la dislexia y la disartria las que me llevaron A, o quizás químicamente mi cerebro nunca funciono bien desde pequeña. (Mientras escribo esto tomo un té de hierbas, últimamente el dolor de cabeza ha sido fuerte y he estado en subidas y bajadas, enojos, rabietas, llanto profundo o risas sin parar, hoy ya notó mis cambios de ánimo y eso es muy bueno para mis metas terapéuticas a largo plazo). 
Como escribía arriba pase por muchos psicológos, unos menos peores que otros y aunque mamá siempre se preocupo de mi salud mental quizás si hubiéramos contado con el internet o las herramientas feministas de ahora como apropiarnos de nuestros territorios, comer más sano, correr, sanar juntas o aprender a meditar todo lo anterior no hubiera sido necesario, me hubiera ahorrado tanto camino desastrozo para llegar al hoy. 
Pero quiero empezar por el principio y el principio es este, el presente: 
-llevo medicada 4 años luego de una de las peores crisis en mi vida y aunque el camino sigue siendo largo, mucho más cuando hay crisis estoy felíz de estar viva, de escribir esto, de saber que no soy la única que habita el mundo con algunos químicos extras en la cabeza, sacar polvos de colores con ello- 
En septiembre de 2016 y marzo de 2017 entendí el valor de mis privilegios, del amor que me rodea y acompaña, de las herramientas que puedo utilizar para aprender a salvarme sola sin hundir a nadie y a esto me refiero con familia, pareja(s), amores, amigos, trabajo. Aprender a caminar sola ha sido un camino duro pero maravilloso, estoy en ello y la panorámica se ve retadora como grandiosa. (Ya les contare porque septiembre y marzo marcaron mi vida para siempre y a quiénes les debo haberme visto hacia dentro.)
Por otro lado en un país como el mío donde la mayoría de población sufre de hambre, falta de educación, machismos latentes y violencia generalizada el sentarme a contar mi proceso psicológico y psiquiátrico no solo es un privilegio sino también un regalo de auto-reflexión, me gusta releerme. En este país la salud mental ni siquiera se hace presente cuando lo que tenes es hambre, cuando lo que se pelea a diario es un plato de comida, bueno, no entrare en detalles con este tema porque me causa problemas, aún no puedo separar el corazón, el trabajo y la conciencia social cuando veo a un niño pidiéndome Q1 quetzal y con la mirada perdida. 
Bueno, ya es tarde y necesito salir a correr a la calle, quisiera escribir más en este primer texto pero aún me pierdo en el hilo conductor cuando escribo, cuando las ideas son muchas y no aterrizo. 
Hoy tuve niveles altos de enojo y correr como ponerme los audífonos altos a cualquier hora me hace sentir que puedo dejar de ser cuando lo necesito, que puedo descansar hasta de mí misma, de mi mente....
(Hoy no tomé fotos de la ciudad pero les dejó una foto viejita, me encantan las calles y los rostros de la gente, quizás porque no los puedo alcanzar aunque corra)
La muestra de amor para mí hoy fue:
-El té de hierbas calmantes que me preparé 
-1 hora con The XX 
-y el desayuno con aguacate y tortillas doradas 
(un día a la vez) 
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erfigh · 4 years
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espirituvisual · 7 years
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RENOVACIÓN Matinal e iridiscente fulgor ilumina el eclipsado horizonte y las penumbras de la fatalidad. Divino y celeste Lucero quien para nacer primero ha de morir; zurcando y sucumbiendo en las entrañas del inframundo. Victorioso Tonatiuh renaces, resplandeces e inundas el orbe, flanqueado de bellos y coloridos guerreros cual majestuosos Quetzales. Rojos aciagos tiñen los tiernos brotes de tu pueblo, rojos divinos hinchan los corazones de los guerreros caídos; floridos campos reverdecen y renuevan su faz. Me-Xhi-Co te renuevas y renaces; Me-Xhi-Co has caído para en pie volver; Me-Xhi-Co te yergues ante el sufrimiento. #renovacion #méxico #19sept2017 #pueblo #corazon #union (en Mexico)
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quetzalnoah · 6 years
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Bueno, la humanidad tiene muchas historias para explicar el origen del universo, dice un miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias que el Big Bang no explica la creación ¿qué era lo que había antes de la explosión?  ¿En qué momento de Adán y Eva salieron tantos millones de personas que se movieron en tantas direcciones? Por cierto, Adán significa “hombre”. Tal vez nuestro cerebro no está diseñado para entender razones más cósmicas profundamente. San Agustín lo explicaba así: un niño en la playa cava un hoyo en la arena y va al mar con un recipiente para tomar agua y tratar de llenarlo ¿cómo ha de caber el mar en un hoyo? Algo así pasa ¿cómo vamos a concebir el infinito o lo que es más grande que nosotros en un espacio que apenas y caben unos millones de neuronas cuando el universo está conformado de trillones de galaxias y cuerpos celestes? Por eso creo que tanto creyentes como no creyentes, debemos ser más modestos a la hora de tratar de explicar nuestro origen. Quizás hay un Dios que le dio a cada pueblo una historia distinta para inspirar su origen, luego unos hombres en su débil fe quisieron imponer su historia a otros, primero de buena manera, luego con la fuerza, y pues ya, hemos sido testigo del desmadre que lleva a la humanidad a desmadrarse.
Historias para una chica medio rara, Quetzal Noah
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