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annbourbon · 4 months

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Siete

"Chicos tenemos un problema" dijo Robin entrando a la oficina a toda velocidad. Había sido él quien nos había citado, de modo que todos le esperábamos. Impacientes.

"Buenos días Robin." Le dije preocupada. "¿Cuál es el gran apuro?"

"Tú también lo pensarás. Una cosa u otra. Apuesto que no es un gran problema." Me murmuró Althea al oído. Eso esperaba, sinceramente. Aunque se suponía que teníamos ya todo listo para la boda de Maya, muchas cosas podían salir mal a último minuto.

Todos nos reunimos alrededor de Robin para ver cuál era el problema. Él tomo algo de su maletín y nos mostró:

"Es una edición de la revista TrueMagazine. ¡Miren aquí!"

Tomé la revista y pase las paginas hasta descubrir lo que tanto preocupaba a Robin. Mi cabeza volvió a girar con preocupación.

"¡Vistazo exclusivo! ¡Maya Dorrit se casa! ¡Boda ultra-secreta!" Murmuré mientras veía a mi amiga palidecer tanto como yo.

"¿Por qué hay un artículo de esto?" preguntó ella.

"¡No me preguntes a mí!" Dijo Robin asustado. "Pero este artículo ha sido escrito por ese tal Ray"

"No incluye mucha información, pero... probablemente es solo cuestión de tiempo antes de que salga a la luz, que nuestra compañía es la que maneja la boda." Dijo mostrándome en donde se podía leer claramente el nombre de él con pequeñas letras.

Palidecí de nuevo apretándome la cabeza con una mano. Althea y Loreen se miraron. Lucían seriamente preocupadas. Yo también lo estaba. Lo suficiente, pero no tanto como para dejar de pensar con claridad. Inhalé aire con fuerza y miré el artículo con ojo crítico.

"Todos pueden ver que este artículo no está bien hecho. Quizás no debemos hacer un gran alboroto por ello. Sé que es lo último que queremos pero, solo así..." Comencé a decir cuando la puerta se abrió con un gran golpe haciendo sobresaltar a la mayoría de mis asistentes mientras una mujer apareció mostrando toda su furia en el rostro. Matthew, nuestro guardia de seguridad me miró avergonzado y murmurando una disculpa se desapareció. No podía culparlo.

"¿Que significa esto?" Gruñó Maya Dorrit en persona. Sus cabellos eran solo dos tonos más oscuros que los míos. Pero sus ojos, usualmente dorados ahora lucían negros por la ira.

"Maya por favor, cálmate." Dijo tímidamente su manager.

"¡Como un infierno si me calmo o no!" Gritó. "¿Saben cuántos problemas va a causarme este articulo?"

Dijo con una mirada que podría rivalizar con la de mis tías. Como se podía suponer de una gran actriz haría una pataleta digna de un Oscar mientras los demás se ponían a llorar de miedo. Y aunque yo no pensaba llorar bajo ningún motivo, si estaba ciertamente preocupada, disgustada y... curiosa. Alcé ligeramente mi ceja de forma insolente, aprovechando que casi no se notaban bajo mi flequillo.

Honestamente... en mis tres años en la Tierra no había presenciado en persona algo así. Aún si verlo durante miles de años había sido divertido. No era, por desgracia, lo mismo vivirlo en carne propia.

"¡Los paparazzi se olieron esta historia desde el principio. Y yo no le he dicho ni a un alma! ¿Uno de ustedes sacó la historia no es así?" Dijo con más furia que antes, si es que eso era posible.

"Por supuesto que no." Dije con mi voz clara, y el tono que yo solía usar solo con los humanos que me sacaban de quicio. El tono que los hacía retroceder un poco. El tono que me hacía sentir segura y a salvo en mi vida. La única magia que yo podía tener aún era esa. Mi ADN no me sería arrebatado. Aún. A menos, que yo fallara miserablemente en casar a todos los que me faltaban. "Nosotros nunca revelamos información a nadie."

"¿Entonces como explicas el articulo?" Me gritó ella. Por un momento estuve a punto de olvidar mi papel de humana y reírme. Ningún humano me había gritado. Nunca. Jamás.

"Yo..." Dije mientras ella taconeó con impaciencia. Luego busco en su bolso gigante y sacó la misma copia que yo tenía entre mis manos, acercándose, me lo pegó en el rostro.

"¡Confié en ustedes!" Gritó furiosa. "¿Cómo pudieron traicionarme así? Estarán escuchando de mis abogados!"

¿Abogados? La palabra entró en mi cabeza al tiempo que me quitaba la revista de la cara. No podía dejarle ese problema a mi amiga. Miré hacia Althea quien lucía encogida y estremeciéndose ante esa palabra. Ella conocía al único que podría lidiar con Maya justo ahora. Su futuro esposo. Pero la mención de los abogados la había sacado de combate. Lo cual, siendo sincera, era extraño. Casi nada la hacía sentir así.

"No puedo seguir con la boda más. ¡No con esta clase de artículos pululando por allí! Y... el sueño de mi madre se destruirá. Todo es tu culpa." Dijo con lágrimas en los ojos mirándome. La miré mientras mi cerebro trabajaba a toda velocidad. El trabajo de una planificadora era realizar el sueño de cada cliente. Eso era lo que siempre había pensado.

¿En verdad había yo destruido su sueño?

Mi cabeza comenzó a girar, mareada, pero justo cuando creí que iba a desmayarme alguien me sostuvo por detrás.

"¿Qué está ocurriendo por aquí?" La voz de Henry llegó a mis oídos al tiempo que su loción de afeitado se metía en mis fosas nasales. "¿Estás bien Ally?"

Nunca había sido propensa a desmayarme. O eso creía. Claro que no era lo mismo en el Olimpo que en la Tierra. Sonreí ligeramente nerviosa por su cercanía, y asintiendo, me aparté de él.

"Que significa todo esto Hawkcliffe?" Gritó Maya.

"¿Disculpe?" Preguntó Henry mientras me obligaba a sentarme en una de las sillas giratorias de plástico que encontró más cerca. Tan pronto como pudo, ella se acercó hacia nosotros. Empezando a cuestionarle también a él.

"La prensa se olió lo de mi boda. Lo supieron." Chilló, honestamente, después de que el mareo se me pasó y cuando dejó de dirigir su ira hacía mí, ella me parecía menos elegante y un poco más desquiciada. Y aunque era bella, la crisis estaba haciendo estragos con ella. La miré con curiosidad mientras dejaba que Henry se encargara de ello. Sabía que Henry lo podría hacer. Yo sin embargo, corría el riesgo de ir a parar con la basura. O en el mejor de los casos, que olvidara mi siempre tranquila personalidad, y me pusiera a convertirla en algo. Como probablemente Afrodita, Hera y otras de mis parientes lo habrían hecho.

"¡Y después de que les aposte que ustedes no dirían nada!" Gritó frustrada. Henry escudriñó mi rostro y luego el de Maya, para más tarde posar su mirada en la revista al tiempo que sopesaba la situación.

"Debes estar realmente preocupada sobre lo que pasara ahora, Maya." Dijo tranquilamente. Maya lo miró perpleja.

Yo diría que más bien histérica. Y desquiciada. Quise decir. Pero me contuve.

"Yo..." Comenzó Maya.

"Entiendo cómo te sientes. Esta ceremonia es muy importante. No solo para tu madre. También para ti. ¿No es así?" Dijo colocando su mano sobre el hombro de Maya al tiempo que sonreía de forma pacífica. "Todos los planeadores aquí, lo saben muy bien. Ellos están haciendo todo lo que pueden para hacer tus sueños realidad. Lo sabes."

Maya frunció ligeramente su boca al tiempo que se calmaba mientras Henry la aplacaba.

"Sí. Tienes razón." Dijo Maya sonrojándose ligeramente. Yo abrí los ojos fuertemente al tiempo que los miraba. Me di cuenta de que la misma expresión tenían casi todos los demás en la sala. "Pero eso no significa que los he perdonado, chicos."

Dijo para el resto. La mayoría se estremeció. A mí sin embargo, el corazón comenzó a latirme veloz. Tal vez había una oportunidad de enmendar las cosas. Ella ya no sonaba tan ruda después de Henry.

"Seguirán escuchando de mí..." Con esas palabras, ella nos dejó junto con su manager. Ansiosos. Cansados. Y estresados.

"Eso fue escalofriante" dijo Robin rompiendo el silencio. Lo miré perpleja, sin mirarlo del todo, al tiempo que todos los demás suspiraban aliviados.

"Gracias de nuevo, Henry." Dije aliviada. Henry sonrió, aunque la mirada no le llegó a los ojos.

"No fue nada." Suspirando se pasó una mano por el pelo y me miró. "Realmente, tenemos problemas más grandes ahora."

Dijo frunciendo el ceño mientras me quitaba la revista de las manos.

"Probablemente tendremos que cancelar la ceremonia." Dijo abatida mi amiga.

"Ni hablar." Gruñí. "Ya se nos ocurrirá algo. Además, ellos no saben cuando y donde será celebrada. ¿Realmente creen que no podremos salir de esta?"

"¿Exactamente qué quieres decir con eso?" Preguntó Robin.

Todos intercambiaron miradas de preocupación. Henry sin embargo fue el único que me miró, con intensidad. Mucha intensidad.

"Deseo..." Comencé con la boca seca. "Yo deseo hacer realidad el sueño de Maya." Dije esta vez con un poco de más determinación. "Somos los únicos que podemos hacer que eso suceda ¿No es así?"

La habitación cayó en silencio. El primero en romperlo fue Henry.

"Tú... realmente amas ayudar a los demás, ¿No?" Dijo haciéndome sonreír.

"No me daré por vencida tan fácilmente." Dije. Él asintió.

"Ya he visto eso." En su voz había un tono de diversión. "Nunca te das por vencida con facilidad. Me gustaría tener tu fortaleza."

Lo miré perpleja mientras él me devolvía una brillante y cálida sonrisa haciendo a mi corazón latir rápido, derretirse y paralizarse. Todo al mismo tiempo bajo su tierna mirada. "Tengo una gran idea." Dijo.

"¿La tienes?" Repetí como loro. Sonrió con mayor intensidad y diversión al ver mi sorpresa. Y entonces...

"Entonces Ferraro..." Se arrodilló ante mí. "¿Te casarías conmigo?"

"¿Que- queeeeeé?" Grité sin poder evitarlo. Realmente aquello no era lo que yo esperaba de Henry, pero él parecía no estar bromeando. Lo miré mientras se echaba a reír. Y todos los demás exclamaron.

"No un matrimonio real, por supuesto." Aclaró.

Mi corazón se estrujó. No, por supuesto que no. Creía entonces entender a Henry, y sin embargo, me había acabado sorprendiendo. De nuevo.

Entonces recordé que aquello era un cliché. Una de esas ideas de película, libro y demás que solía ver en mis ratos libres. Así que comencé a entender por donde iba el plan de Henry. Pero eso no importaba. Mi corazón se había detenido con su escena. Y mis lágrimas amenazaban con salir. Mi sueño más secreto, se había vuelto realidad aunque de una forma muy torcida. Aún así, me contuve. Ya tendría tiempo de llorar y sentirme fatal al llegar al Olimpo.

"Escuchen, esta es mi idea..."

El plan de Henry era básicamente que nosotros pretendiéramos ser Maya y su esposo. – ¡Yupi! ¡Qué original! – e intercambiar lugares con ellos en el auto hacia la iglesia. Nosotros iríamos luciendo como ellos y seríamos la carnada... mientras que el automóvil los dejaría a ella y él en otra iglesia. Donde tendrían su boda real.

Suspiré intentando recordarme que solo sería más trabajo. Pero quizás seríamos capaces de deshacer el daño que Ray había causado. Aunque si fallábamos... el rostro de los demás bastaba para decirme lo mismo que yo pensaba.

"Todo lo que necesito, es el lugar de boda. Se supone que ustedes protegen a sus clientes, ¿No es así? Proteger al cliente es esencial." Citó Henry. Y con esas palabras nos traía de vuelta a donde empezábamos.

"Hagámoslo." Dijo Robin. "Suena loco. Pero puede funcionar."

"Sí, no escucho mejores ideas en cualquier caso." Se sumó Althea.

"Haremos que funcione." Acordó Loreen.

Sus rostros se posaron en mí al tiempo que me sonrojaba. Mi palabra sería la decisiva. Los miré con cuidado, sopesando su grado de compromiso. El cual era bastante alto. Sopesé así mismo los riesgos de ambas opciones. Y además, me recordé que aquello tendría que contar como una pareja más unida. Si me decidía a hacerlo, solo faltarían dos parejas. La de Jenny. Y... la de Henry.

Tragué saliva. En el fondo, sabía que no había otra opción.

"Está bien." Accedí. La sonrisa de Henry se hizo más brillante. "Tendremos que hacer que funcione."

Y así, el plan de Henry, consiguió que nosotros realizáramos nuestra primera farsa para una boda. Algo similar a los trucos de prestidigitación, si lo pensaba con claridad. Solo esperaba, que esto contara como una pareja. Tendría que hablar con mi familia para que lo hicieran contar. Pero, sin embargo, Henry tenía razón. Y... si no me equivocaba, si yo me metía justo ahora a arreglarlas. Se podría considerar... que habría unido a otra pareja más. Si casaba a Jenny antes de que acabara el plazo, solo me quedaría unir a Henry con alguien más. Suspiré con tristeza y felicidad. Era curioso lo mucho que estas eran buenas mezclándose.

Capítulo Ocho

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